Así como ese viejo romanticismo futbolero de pertenecer a un equipo durante toda la vida prácticamente se ha perdido, en la política las lealtades a un partido o agrupación política parecen ser también periódico de ayer. 

Los jales están a la orden del día en los partidos políticos. Los nuevos militantes ahora se presentan en pomposas conferencias de prensa con nutridas portátiles. Olvidan su pasado político y se suben al candidato que más les conviene. No les importa tener un partido más en su trayectoria. Parecerían dispuestos a estar coleccionando carnets políticos. Total, el peruano común y corriente olvida rápido.

Hace unos días Anel Townsend se integró como militante de Alianza para el Progreso, el partido de César Acuña. La ex ministra de la Mujer durante el Gobierno de Alejandro Toledo que antes fuera diputada elegida por las filas de Unión por el Perú de Javier Pérez de Cuéllar en 1995. Recordada también por su papel influyente en la campaña en contra de la revocatoria de la ex Alcaldesa de Lima, Susana Villarán.

Townsend a quien muchos seguramente destacan sus credenciales democráticas le importó poco sus antiguas lealtades políticas. Comenzó con el reconocido Pérez de Cuéllar y termina ahora con César Acuña.

Tal vez pudo más la atracción por el protagonismo político en una candidatura como la de Acuña que ya va tercero en las encuestas pese a los duros cuestionamientos que deberá enfrentar.

Resulta insólito como una política que antes luchó por los derechos de la mujer como Ministra ahora se encuentre en las filas de un candidato que tiene denuncias de maltrato a su ex esposa.

Esta especie de militancia express, por la rapidez en la que se hace pública y sin mucho trámite, muestra a un partido que se arma sobre la marcha, que toma lo que hay en el mercado y saca provecho de ello. Estrategia que puede haberle dados sus frutos en algunas regiones pero que en el fondo deja la sensación de poca autenticidad.