Es extraño cómo este Gobierno, acusado de no tener grandes cuadros políticos, ha dejado ir o está generando las condiciones para la salida de precisamente colaboradores y cuadros importantes dentro del Congreso de la República. 

Hagamos un recuento. Primero Verónika Mendoza, joven rostro de la política renuncia al Nacionalismo junto a 4 congresistas a mediados del 2012. Su discurso muy ligado a la defensa de la cultura indígena se extraña, así como su análisis de la coyuntura política.

Segundo, Jaime Delgado. Invitado que fue presentado con bombos y platillos en las elecciones como el gran jale del nacionalismo renunció en julio de 2014. Su constante presencia mediática como vocero nacionalista habría causado celos.

Sergio Tejada, de las juventudes del Nacionalismo, tuvo que renunciar recientemente por diferencias insalvables con el Gobierno. No cayó bien su respaldo a la derogatoria de la ley de promoción laboral juvenil.

Finalmente, Marisol Espinoza y Ana Jara. La primera parece nadar sola dentro del nacionalismo. No respaldó la elección de Ana María Solórzano como Presidenta del Congreso y desde allí generó un quiebre. La segunda anda media incómoda entre ministros que se pelean con la oposición y las denuncias de reglaje. Su candidatura presidencial parece haberse caído. La incomodidad es notoria.

Cinco cuadros interesantes para una lista congresal y hasta para una plancha presidencial respetable. Eso sin contar a los que se fueron y formaron la bancada Dignidad y Democracia. Da la impresión que este Gobierno le interesó poco fidelizar a sus colaboradores. No se trata solamente de llegar al poder. Hay que integrar a sus miembros más de lo que supuestamente ya están. Lo que revela que como grupo, el nacionalismo nunca estuvo sólido. Sus fisuras se abrieron definitivamente ahora para dar paso a una fuga de talentos.